sábado, 14 de abril de 2012

¿Saber o no saber? He ahí la otra cuestión

11 de Abril de 2012
Sanibonani,

Vista de Ile Aux Bénitiers
Las vacaciones en Isla Mauricio no podían haber estado mejor y ha habido variedad para todos. Jeff, tal y como quería se ha quedado casi todos los días en el hotel al sol sin hacer mucho, rojo como una langosta pero cervecita en mano.  A Sofía y Lucas casi les han salido escamas de tanto mar. Y yo, como no se estar quieta me he pasado la semana explorando este paraíso hasta ahora bastante desconocido para mí. Tuve la suerte de encontrar transportes alternativos con la ayuda de un  pescador local que se llamaba Capitán Langosta con el que planeé un par de excursiones en barca para recorrer la costa y los cayos de arenas blanca.  El Capitan Langosta también tuvo la amabilidad de ponerme en contacto con Krishna, un  conductor de  su confianza de un pueblo cercano. Y mientras mis pichurrines dormían a pierna suelta con su padre, yo me dedicaba a explorar. 

Shiva,
solo dos brazos
Templo Hindú en Souillac
 Es curioso lo que se aprende, cuando vas vagando sin objetivo y te importa poco hacer preguntas absurdas.  Krishna, como os imaginareis por el nombre era  un señor hindú con una paciencia infinita y mas buena voluntad aun que me llevó a ver la otra cara de la Isla y aguanto todas mis extravagancias. 
El primer día, me llevó a ver varios templos hindúes (religión mayoritaria en la isla, seguida de la islámica y la cristiana) . El pobre hombre tuvo que explicarme todos y cada uno de los dioses del  lago sagrado (Grand Bassin) para que me callara un rato. Así descubrí que Shiva no es una diosa con cuatro brazos y cuatro tetas, si no un señor que había sido Yogui y al que se le considera algo así como el dios principal.
 Cuando le pregunté que donde estaban los otros dos brazos de Shiva, muy amablemente me contestó que Indiana Jones y el Templo Maldito, no son fuentes fidedignas sobre el hinduismo.


La primera puñalada,  en la frente.
El segundo día  decidí que estaría bien ver los cultivos del centro de la isla que había que atravesar de camino a las gargantas y cataratas del rio Negro. Estuve en una plantación de té, otra de caña de azúcar, y otra de vainilla muy todas muy bonitas y bien cuidadas. Así hice mil fotos para no romper ninguno de los estereotipos acerca de los turistas occidentales.  Después muy amablemente y de camino al pueblo, me llevo a ver una plantación de piñas. Empecé yo a hacerles fotos a unas palmeras monísimas que en las que no se veía piña alguna. Con mucha condescendencia, el bueno de Krishna, me explicó que lo que yo fotografiaba eran cocoteros.  Las piñas por muy exóticas que parezcan, crecen en el suelo. Me quede tan descolocada y con tal cara de incredulidad, que el hombre,  tuvo que desenterrar una para sacarme de mi estupor.
Campo de piñas: !En surcos, no palmeras!
Toda la vida había evidentemente imaginado, que las piñas colgaban de esa forma tan sexy en las palmeras cerca del mar.  Y claro, descubrir ahora que se crían humildemente en surcos, como las patatas o los espárragos pues no es lo mismo. Por algún motivo, esto me creó una especie de shock. No tan fuerte como cuando te enteras de quien trae los regalos  de verdad el día de Reyes, pero casi igual de decepcionante.  No sé si podré volver a comerlas.
La segunda, en el estómago.
En la tercera excursión en solitario pensé que aun no había aprendido a cocinar ningún plato típico de Mauricio.  El pobre Krishna acabó llevándome a su casa a que cocinara con su mujer. Pues cuando insistí en entrar en la cocina de una pequeña casa de comidas de uno de los pueblos preguntando si podía mirar y anotar, me echaron con cajas destempladas.  Eso sí aprendí a hacer curry Mauriciano para carne y pescado. Y volví a Pretoria con una maleta llena de especias y 7 saris de seda, 4 de ellos para mi madre y hermanas.
La estocada final.
Afortunadamente Krishna y yo nos llevábamos estupendamente. Y nos reímos al comprobar que él sabia tan poco de santos de la iglesia católica como yo de los 1800 dioses de los hindúes.  Si vais a Mauricio, tengo su contacto. Es un guía estupendo.
Sócrates decía: “Sólo sé que no sé nada”. Una forma bastante más elegante de decir: “Mi ignorancia no tiene límites” que es como lo resumiría yo si tuviera que describirme a mí misma. J
Por lo demás, el mes de marzo transcurrió relativamente tranquilo. Lucas realizó su primer vuelo en solitario por las escaleras. Aterrizando de bruces con un éxito tremendo. No sólo sobrevivió a la caída libre, sino que milagrosamente no se rompió nada. Eso sí, tuvo la cara hecha un Picasso de los moratones una semana entera. Sofía tiene vacaciones todo el mes de abril. Mañana me voy otra semanita a la playa. Esta vez  a la costa de los delfines, a unos 80 km al norte de Durban, con dos amigas, sus niños, los míos y sin maridos. No os preocupéis, que no escatimare en contaros mis metidas de pata en las próximas crónicas.
Desde la sabana Pretoriana, besos mil.

Los pesados, ya tenéis el blog. Así que a suscribirse majos, que bastante paliza me habéis dado con el bloguecito. Vosotros sabéis quienes sois.
Link al blog con todos los capítulos anteriores de las Crónicas Pretorianas:


Y a los que os haya traumatizado lo de la piña, este manual sobre el cultivo de la piña os ayudara a encontrar consuelo. Yo me he leído todas y cada una de las 44 páginas. Aun sigo en shock.