lunes, 12 de marzo de 2012

8 de febrero de 2012

Bahia de Gants, Ciudad del Cabo

 CRONICAS PRETORIANAS: Una de Peregrinajes

 Hola chicos,
De vuelta al teclado después de unos meses de reposo. Os cuento que en este tiempo ni he estado viviendo la vida loca ni pasando de escribiros.  Dos hernias discales cervicales, dos hospitalizaciones y unas 40 sesiones de fisioterapia y rehabilitación son los causantes de este retraso en mi cuaderno de bitácora. Al final, años de pasar de la vida sana sumados a mis 16 kilos de amor (Lucas),  me han deslomado…
En estos últimos meses, he aprendido a conocer muy de cerca el sistema médico (privado) sudafricano. Los beneficios de estar colgada, en todo el sentido de la palabra, y a conducir a dos voces, como los coros. También he descubierto que aunque estés al final, no has terminado de llegar.
Un día me levante y no tenia equilibrio, además me dolía hasta el pelo. No, no era ninguna resaca tremebunda como seguro que estáis pensando algunos. Me ví obligada a bajar las escaleras de culo y a sujetarme a las paredes de la casa. Después de incontables visitas al médico y ante el empeoramiento de los síntomas, acabé en el hospital. Después de un par de días y de todas las pruebas médicas inventadas hasta hoy en día, me diagnosticaron las hernias y me pasaron a la planta de ortopedia.
Allí, en compañía de tres octogenarias, alguna de ellas demente, me colgaron como un jamón para arreglarme la columna. Si, no exagero. Cuando digo colgada, no me refiero al estado de mente que se adquiere tras ingerir sustancias mayoritariamente ilegales, o a esa perpetua tontería que suelo tener por naturaleza. Me refiero a colgada con pesas del cuello y piernas. Cual Ibérico en su secadero de la Vera. Al menos tuvieron la piedad de ponerme altas dosis de sedativos para hacerme más leve las vacaciones forzosas en tan dispar compañía.
Dado a mi empeño constante por evitar conocimientos médicos que me causan nauseas, nunca pensé yo, que eso de herniarse era más que una frase algo exagerada o una enfermedad de viejos. Por supuesto, mi madre se vino al rescate inmediatamente. No sé que hubiera hecho yo con mis 16 kilos de amor sin ella aquí o con el resto de mi vida. No solo me devolvió la salud sino que me quito las penas a carcajadas.
Con ella, aprendí a conducir a “dos voces”. Pues como tenía el cuello mas tieso que el mástil de una bandera, tenía que hacer mi madre las veces de retrovisor: -AHORA, GIRA!- NO, NO ADELANTES QUE TE ESTRELLAS! DALE CAñAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!
Vista de Ciudad del Cabo desde Table Mountain
También mi madre tuvo la delicadeza de liberarme de mi casero, que se pensaba que aun vivía en esta casa y entraba sin permiso a cualquier hora que se le antojara sin avisar. La última vez que se le ocurrió hacer eso, se las tuvo que ver con Lupe y su rulo en la cabeza. El casero salió corriendo perseguido de mi madre  despotricando en español enseñándole el genio legendario de las Marcos Rubio y la supremacía de los matriarcados moralos de los que os hable en mis anteriores crónicas. Ante la mirada atónita del jardinero, le echo con cajas destempladas. Y menos mal que para suerte del casero, que no estaba la escoba cerca, que si no estoy segura que la hubiera utilizado como método de defensa personal o como desatascador intestinal improvisado…
En diciembre, Jeff y yo tuvimos la suerte de ir a Ciudad del Cabo con Paris y Little Apple (alias Pilar y Eugenio) que nos visitaron de Madrid. Ciudad que os recomiendo encarecidamente por sus increíbles paisajes y buen ambiente. Vimos pingüinos, imaginamos ballenas y doblamos el Cabo de Buena Esperanza en compañía de unos babuinos con cara de mala leche pero buena actitud.

Babuina Peligrosa...
 y sin Sentido del Ridiculo
Vi por primera vez el azul turquesa del Océano Indico con sus playas de anuncio de Rexona.  También subimos a Table Mountain en teleférico y regateamos en los mercadillos gracias a la habilidad de Eugenio, que más que al derecho debería dedicarse al comercio de mercancías en idiomas africanos y a la promoción del cante jondo en Sudáfrica. 
 
Paris, Little Apple y yo,
Cabo de Buena Esperanza

Las navidades aquí fueron un poco aburridas. A 32 grados y con un sol deslumbrante, la verdad es que el árbol de navidad  quedaba un poco ridículo. Me hubiese quedado más propio una estatua de un brujo zulú que los adornos de Papa Noel. Dudo que los vuelva a poner. Tuvimos la suerte de cenar entre amigos en fin de año y Reyes. Nos echamos unas buenas risas y nos disfrazamos de pajes de los Reyes, ya que tal y como les explicamos a los críos, los Reyes no llegaron a desfilar debido a los retrasos de Iberia. La verdad es que dimos bien el pego y los niños se emocionaron como si estuviéramos en la cabalgata en plena Castellana.


Cabo de Buena Esperanza
Jeff y los pipiolos siguen bien, disfrutando muchísimo de este verano de casi 10 meses que tenemos aquí. Lucas ya ha empezado el cole y se está soltando mucho a hablar. Sofía echa de menos Madrid y sus amigos pero sigue muy contenta con su cole y sus amiguitos de aquí. Jeff y Sofía se van de ruta de 4x4 este finde a Lesoto, el reino entre las montañas. Se van a escalar el Paso de Sani con el Defender mientras yo me quedo aquí babeando de envidia y maldiciendo las hernias. Por supuesto que me resarciré en cuanto me mejore, pero de momento, las aventuras con baches no son para mí.
(link a fotos del Paso de Sani debajo)
Y ya por ultimo os cuento que después de incontables chupatintas, cambios de visado, y exámenes de acceso, he decidido colgar la universidad. El horario no salió hasta el miércoles pasado, cuando ya había cantado victoria y tenía mi mochilita y cuadernitos preparados. Resulta que a menos que el horóscopo este en Piscis y sople viento del oeste mientras das tres saltos, no te cuadran las horas. Es imposible para mi ir a clase de 7 de la mañana a 4 de la tarde con dos descansos de casi 3 horas en medio. Y me he tenido que rendir. Al principio me desmoralicé mucho, pero ahora me lo tomo con filosofía. Voy a dedicarme a recuperarme del todo para no operarme y cuando me mejore igual miro la escuela de restauración para hacerme Sommelier que al fin y al cabo lo de los  vinos  como que va conmigo también y no son tan exigentes. Hay que saber tomarse bien los reveses de la vida.
Los hay que hacen voluntariamente el camino de Santiago para purgar sus pecados. Otros se van andando a Guadalupe. Lo mío es un peregrinaje involuntario en el que la vida me arrastra por vericuetos desconocidos. No sé si es para pagar por mis ofensas o las del destino. O quizás sea un guiño bromista de la vida que le gusta tomarnos el pelo y soy presa fácil. Me considero afortunada de todas formas, pues nunca me falta familia y buenos amigos en todas las curvas.
Como no os felicite las navidades a ninguno y a estas alturas como que no pega, os deseo a todos un feliz mes de febrero y un prospero marzo. Los que podéis, disfrutad de los Carnavales Moralos. Tomaros una copilla a mi salud. Nunca mejor dicho. Os echo de menos.

Desde la sabana Pretoriana, besos mil.

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